China y Malasia poseen conflictos territoriales desde hace tiempo. Bueno, esto tampoco es noticia ya que China tiene abiertas causas boxísticas con cada una de las naciones que, terrestre o marítimamente, colindan con ella. Con absolutamente todas. Por ello, y aunque suene a salvaje, a algunos –esencialmente a la cúpula del PCCh– les está viniendo bien la desaparición del vuelo de Malaysia Airlines que no olvidemos que era compartido con China Southern que fue la aerolínea que vendió casi la totalidad de los billetes a los pasajeros chinos que eran mayoría en el vuelo. Es dramático escribir en estos términos pero con China todo es posible. Sobre todo si hablamos de lo peor. A día de hoy nadie del gobierno chino o de China Southern ha abierto la boca para pedir perdón o anunciar indemnizaciones a las familias, la verdadera cresta de la ola de la que nadie se atreve a hablar.
Las Islas Spratly como foco del asunto cuando nadie, absolutamente nadie, ha escrito una línea sobre el asunto. China, enfrentada por esos islotes a Filipinas, Vietnam, Taiwán y Brunéi, también lo está con Malasia.
La propaganda china está haciendo furor. Los del Informe PISA que sacan la cara por el sistema educacional mandarín deberían estar ahora en las calles de cualquier ciudad china observando la maldad, el odio y la manipulación con la que las autoridades adiestran a su pueblo contra el malasio. Es asqueroso, nauseabundo, y muy peligroso. Pero curiosamente es lo habitual: antes con Japón, hoy con Malasia y mañana con el que se les cruce.
No les quepa la menor duda de que si hoy se estrellara un vuelo de Air China en Hunan la información llegaría a cuenta gotas, las indemnizaciones nunca, y si alguien osara manifestarse contra el poder sería detenido, encarcelado o hecho desaparecer. Por eso ver a los entristecidos familiares de los pasajeros del fatídico vuelo exaltados frente a la embajada malasia en Pekín me produce nauseas. Aunque bastantes menos que las que genera la propaganda de un país que ha puesto en el centro de su diana a Malasia y cualquiera de sus intereses tocándoles lo que a todos más preocupa: la economía.
Todos y cada una de las agencias que vendían billetes de avión desde China a Malasia han cancelado sus ventas; además, la televisión estatal organiza debates en donde sin ningún tipo de pudor se informa a los televidentes (los chinos; los del Informe PISA) de que no deben visitar Malasia hasta el fin de sus días. El daño, brutal, aunque sólo económico. Me explico: el pasado 2013 fueron casi dos millones los chinos que visitaron Malasia. Si se confirma la orden del entramado ex comunista, en 2014 la cosa se quedará en la mitad yéndose hacia una desaparición absoluta –si persistiera la propaganda– de turistas chinos en Malasia. Pero claro, ¿acaso existe algún país en el mundo entero contento con el nivel social, cultural y humano del turista chino? Perderán divisa, pero ganarán en tranquilidad.
El mundo entero vio al presidente malasio y a algún que otro ministro, de luto riguroso, atendiendo a periodistas, dando explicaciones y pidiendo perdón en horario televisivo de máxima audiencia. En la vida, y en la historia de la civilización actual de aquí y hasta dentro de siete siglos, veremos el caso contrario, con un avión lleno de ciudadanos de la nacionalidad que ustedes elijan que ha desaparecido en suelo chino y Xi Jinping, en horario de máxima audiencia, haciendo reverencias con los ojos inyectados en sangre. Imposible. Absolutamente.
Está claro que las autoridades malasias no han estado a la altura. Las chinas, como era de esperar, aún peor. Desde el avión de ayuda que aterrizó en el aeropuerto internacional de Perth cuando debía haberlo hecho en una base militar cercana hasta sus satélites que llevan anunciando haber encontrado restos del avión cuando aún no ha aparecido ni un triste asiento.
Al pueblo chino, una vez más, se le está lavando la cabeza que se la está llenando del odio más peligroso. Lo grotesco es ver al mandarín de a pie pedir explicaciones al gobierno malasio cuando llevan décadas sin atributos suficientes para hacer lo propio con sus propias autoridades, a las que la desaparición de este vuelo sería una anécdota dentro de su pecaminoso historial delictivo contra su propio pueblo.
